domingo, 12 de agosto de 2012

Cuando vuelves de un viaje todo parece ir mas lento. Se vuelve uno más sereno. Y viajando es cuando me he dado cuenta de que ya no disfrutamos el momento. Nos gustan las prisas, la rapidez, la velocidad. Elegimos lo cómodo frente a lo emocionante. Nos embarcamos en viajes a la otra punta del país por autopistas, sin darnos cuenta ya ni de lo que pisamos. Dejamos el paisaje a un lado para observar kilómetros de asfalto. No nos importa por donde andemos, mientras nos hallamos hecho la correspondiente foto para verificar que estuvimos allí. Una ciudad, un pueblo, o el lugar mas recóndito del planeta no se conoce posando en una foto delante de sus más grandes monumentos, o recorriendo sus principales calles. Se conoce viviéndolo. Hablando. Escuchando. Observando. Me entristece darme cuenta de en lo que nos estamos convirtiendo. La vida hay que vivirla, se mide por la intensidad con la que la vives y no por vivir más deprisa vas a vivirla más.

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