martes, 11 de septiembre de 2012

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Lo veo... Veo sus arrugas marcadas, sus manos temblorosas, el poco pelo canoso bien acomodado. Veo su mirada nostálgica detrás de unas grandes y antiguas gafas. Veo su postura encorvada y el paso lento de una vida cansada, vestido con lo justo y necesario, sin olvidar su jersey favorito. Pero también veo una persona hecha de historia, y de experiencia. Y veo como poco a poco la modernidad lo deja de lado, dictando que lo viejo es descartado. Se siente olvidado. Lo veo y me causa ternura. Lo veo, con sus años bien cumplidos y me desconsuela que tenga que estar trabajando en los días de tanto frío. Lo veo, y ahí está, cargando con la soledad de este mundo, con tantas ganas de contar algo y nadie que se detenga a escucharlo. Lo veo, y no entiendo porque le han perdido el respeto, y la generosidad, o la lástima de unos pocos para darle un asiento en el transporte público. Lo veo, entre tanta impaciencia, tanta locura, tanta aceleración, y le veo como se hace un lado para no inferir en el camino de otros, y no ser la molestia de alguien más. Y aunque él no lo sepa, yo lo sigo viendo, porque me recuerda mucho a mi abuelo, y no os imagináis lo que me arrepiento de no haberlo escuchado mientras lo tenía con migo…

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