Ella no lo mira. Se limita a esbozar una sonrisa. Amarga. Distante. Quizá decepcionada. A continuación abre la puerta de un mueble y coloca un cazo en su sitio. Así es. Hay instantes en que todo parece posible y todo puede cambiar. En que todo está al alcance de la mano. Fácil y bonito. Pero de repente llega la duda, el miedo a equivocarse y a no haber entendido bien lo que el corazón siente de verdad. Y puf. Nada. Una promesa fallida.
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