De pequeña solían decirme que las personas solemos tropezar dos veces en la misma piedra, y que las más ingenuas hasta tres. Yo debo ser la persona más ingenua del mundo, por qué no me canso de tropezar una y otra vez en la misma piedra. Esa piedra que tiene tu nombre, tu cara, tus manos...
Esa piedra que pese a que la deje atrás y corra con todas mis fuerzas aparece al final del camino haciéndome tropezar de nuevo.
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