jueves, 25 de julio de 2013

W. S.

- Confieso que este desmesurado y caprichoso afecto me avergüenza, pero no esta en mi naturaleza el poder cambiarlo.

- ¿Naturaleza? ¡Qué majadería! Depende de nosotros el ser de esta o aquella forma. Nuestros cuerpos son nuestros jardines y la voluntad de su jardinero. Por tanto, si deseamos plantar ortigas o sembrar lechugas, criar violetas y escandar tomillo, llenarlo de una sola clase de plantas o dividirlo en muchas diferentes, abonarlo a la esterilidad o abonarlo con el esfuerzo, el poder de hacer o deshacer yace por completo en nuestra voluntad. Si en la balanza de nuestra vida el platillo de la sensualidad no se compensara con otro platillo de la razón, las pasiones y bajezas de nuestra naturaleza nos conducirían a las experiencias más absurdas. Pero tenemos una razón que drena nuestra emociones desbordadas, el deseo carnal compulsivo, la lujuria desbocada. He aquí que yo llame rama o injerto a eso que tú llamas amor.  

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